Señor en ti confío que se haga tu voluntad
«Señor en tí confío que se haga tu voluntad»
¿Alguna vez te has sentido confundido, angustiado o desesperado por no saber qué hacer con tu vida? ¿Has sentido que tus planes se derrumban y que no tienes control sobre tu futuro? ¿O bien has deseado conocer la voluntad de Dios para ti y seguir su propósito?
Si es así, no estás solo. Muchas personas pasan por momentos de crisis existencial, de duda y de incertidumbre. Pero hay una buena noticia: Dios tiene un plan perfecto para cada uno de nosotros, y nos lo revela a través de su Palabra, de su Espíritu y de las circunstancias que nos rodean.
Ahora bien, para descubrir y cumplir la voluntad de Dios, necesitamos tener una actitud de fe, de obediencia y de entrega. Necesitamos decir como María, la madre de Jesús, cuando el ángel Gabriel le anunció el misterio de la encarnación palabras semejantes:
– Yo soy esclava del Señor; que Dios haga conmigo como me has dicho.
En esencia, ella dijo: Señor en ti confío que se haga tu voluntad.
“Señor en ti confío que se haga tu voluntad” muestra confianza en Dios
María era una joven judía que estaba comprometida con José, un carpintero de Nazaret. Ella vivía una vida sencilla y piadosa, esperando el día de su boda. Pero un día, recibió la visita de un mensajero celestial, que le cambió la vida para siempre.
El ángel le dijo que había hallado gracia delante de Dios, y que concebiría en su vientre al Hijo del Altísimo, al Mesías prometido. Le dijo que su nombre sería Jesús, y que reinaría sobre la casa de Jacob para siempre.
¿Cómo reaccionó María ante esta noticia tan sorprendente? ¿Se asustó, se enojó, se negó? No. María respondió con confianza en Dios. Ella creyó que lo que le decía el ángel era verdad, y que Dios era fiel a sus promesas. Si bien no entendía cómo iba a suceder ese milagro, confió en el poder y en la sabiduría de Dios.
La confianza en Dios es la base para conocer y cumplir su voluntad. Sin confianza, no podemos creer ni obedecer a Dios. Y nos dejamos llevar por el miedo, la duda o la rebeldía. O nos perdemos de las bendiciones que Dios tiene preparadas para nosotros.
Pero con confianza, podemos decir como el salmista: “En ti confío, oh, Jehová; Digo: Tú eres mi Dios. En tu mano están mis tiempos” (Salmo 31.14-15). Y con esa misma confianza, podemos descansar en el amor y en la protección de Dios. Del mismo modo podemos esperar con paciencia y con alegría el cumplimiento de sus planes.
“Señor en ti confío que se haga tu voluntad” muestra obediencia a Dios
Pero la confianza en Dios no es suficiente si no va acompañada de la obediencia a Dios. No basta con creer en Dios, hay que hacer lo que él dice. Y tampoco basta con decir “Señor en ti confío”, hay que decir también “que se haga tu voluntad”.
María no solo creyó en el mensaje del ángel, sino que también aceptó el llamado de Dios para su vida. Ella sabía que ser la madre del Salvador implicaba muchos desafíos y sacrificios. Sabía que tendría que enfrentar el rechazo, la vergüenza y el dolor. Y sabía que tendría que renunciar a sus propios planes y sueños.
Pero María no se resistió ni se quejó. María obedeció a Dios con humildad y con gratitud. Ella dijo: “He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra” (Lucas 1.38). Se puso a disposición de Dios para ser usada como él quisiera. Y se sometió a su voluntad con gozo y con fe.
La obediencia a Dios es la clave para conocer y cumplir su voluntad. Sin obediencia, no podemos agradar ni honrar a Dios. Al no tener una actitud de obediencia, nos apartamos de su camino y de su bendición. Y finalmente nos perdemos de la alegría y de la paz que Dios nos da.
Pero con obediencia, podemos decir como Jesús: “No se haga mi voluntad, sino la tuya” (Lucas 22.42).
Con obediencia, podemos seguir el ejemplo y la enseñanza de nuestro Señor. Y así, podemos experimentar el fruto y el propósito de su voluntad.
“Señor en ti confío que se haga tu voluntad” muestra entrega a Dios
Confiar y obedecer a Dios nos llevan a entregarnos a Dios. La entrega es el acto de rendirnos completamente a Dios, de darle todo lo que somos y tenemos, de vivir para él y no para nosotros mismos.
María no solo creyó y obedeció a Dios, sino que también se entregó a él con todo su corazón. Ella no se guardó nada para sí misma, sino que le ofreció su cuerpo, su alma y su espíritu. No no vivió para su propia gloria, sino para la gloria de Dios. Y no buscó su propia voluntad, sino la voluntad de Dios.
María expresó su entrega a Dios en un hermoso cántico de alabanza, conocido como el Magníficat. En ese cántico, ella reconoció la grandeza, la santidad y la misericordia de Dios. Agradeció la bondad, la fidelidad y la soberanía de Dios. Y celebró la salvación, la justicia y la esperanza de Dios.
La entrega a Dios es el resultado de conocer y cumplir su voluntad. Al entregarnos a él, podemos glorificarle y adorarle. Podemos servir y bendecir a otros. Y podemos disfrutar y compartir su gracia.
Conclusión
Querido amigo o amiga, si estás buscando la voluntad de Dios para tu vida, te invito a que mires el ejemplo de María, la madre de Jesús. Ella nos enseña cómo confiar en Dios, cómo obedecer a Dios y cómo entregarse a Dios.
No importa cuál sea tu situación actual, ni cuáles sean tus dudas o tus temores, o cuáles sean tus sueños o tus metas. Lo que importa es que digas como María: “Señor en ti confío que se haga tu voluntad”.
Dios tiene un plan perfecto para ti, y quiere revelártelo y cumplirlo en tu vida. Solo tienes que abrir tu corazón y tu mente a él, y dejar que él te guíe y te transforme.
Que el Señor te bendiga y te guarde. Que el Señor te muestre su rostro y te conceda su favor. Que el Señor te dé su paz. Amén.